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La responsabilidad de escribir. 
Gerardo Miranda.

La tarea de escribir se ha vuelto fundamental, además de difícil, en el siglo XXI no solamente está el positivismo y las fuentes, sino el criterio y opinión. En una sociedad como la nuestra, con esa gama de grises, también coexisten muchos compromisos trascendentales, uno de ellos es el de escribir, particularmente de quien le dan vida a las letras, sean ficción o no. 

Hablar de dicha tarea es hablar de Jean Paul Sartre, que en 1948 escribió un ensayo sobre la importancia del buen escribir, el título "¿Qué es la literatura?" Sartre trata el papel del autor para hacer posible la función social. El francés no concebía que se pueda escribir sin decir nada, porque de hacerlo, se evidenciaría que hay una crisis en las letras. La finalidad de escribir es más una responsabilidad de hacerlo, debemos transmitir una idea clara de lo que se opina o expone, argumentar, comprometerse a final de cuentas. Les invito a estar visitando el sitio, leer lo que comparto, lo que escribo y si quieren llevar acabo un foro de participación o debate. Sin más estaré pendiente de sus opiniones, críticas, cometarios. 

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HISTORIA
¿PARA QUÉ?

"Para atender las urgencias y preguntas del presente; para afianzar, construir o inventar una identidad, para recomponer la certeza de un sentido colectivo; para fundar las legitimidades del poder; para imponer o negar la versión de los vencedores; para rescatar la de los vencidos."

Para qué sirve la historia y su estudio, un tema por demás complicado. En el año de 1980 se editó un libro con el título "¿HISTORIA PARA QUÉ? "en el cual se invitó a un grupo de escritores e historiadores para que trabajaran un texto, el resultado de dicho texto arrojaría una respuesta a la pregunta principal. El libro, con las respuestas a manera de una serie de ensayos integrados en un solo texto, fue publicado para fundamentar la necesidad de preservar los archivos históricos de la nación en el edificio que por muchos años había albergado la cárcel de Lecumberri.

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Dentro de los diez ensayos con los que cuenta dicho libro se encuentran varios argumentos de por qué trabajar las legitimidades, las necesidades y la importancia de la historia,  a continuación anexo dos de las ideas de los escritores con más relevancia y que podemos darle más y mejor sentido. 

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Luis Villoro expresa en su texto titulado «El sentido de la historia» que la primera respuesta que acude a la mente es: «La historia obedece a un interés general del conocimiento, porque cumple con una función, la de ayudarnos a comprender el presente... parecería que, de no remitirnos a un pasado con el cual conectar nuestro presente, éste resultara incomprensible, gratuito y sin sentido»

Carlos Pereyra, el autor, señala que «quienes participan en la historia que hoy se hace, están colocados en mejor perspectiva para intervenir en su época cuanto mayor es la comprensión de su origen»

Fragmentos. 

El siguiente fragmento es parte de uno de los capítulos del libro "Desierto sonoro" de Valeria Luiselli, la finalidad u objetivo de darle sentido, tiene relación con algo que escuché del escritor Juan Villoro, en su seminario "CRÍTICA Y FICCIÓN": él dice, o hace mejor dicho, una analogía entre el cuento y un iceberg, menciona que lo único que vemos del iceberg es la parte que sale del agua, y que lo verdaderamente importante es, la parte que interpretamos, el cuento o lo que se cuenta puede relacionarse a diferentes interpretaciones; en el siguiente fragmento la interpretación es muy importante, pasa por un pensamiento, la vivencia misma de la chica, la modernidad en las parejas, la cotidianidad de las relaciones, los miedos, un sin fin de escenarios imaginables. Les dejo las líneas que rescato del libro y les invito a hacer el ejercicio 

 

 

"Nunca le he pedido una recomendación a un librero. 

Querido librero: me gustaría leer una novela sobre la búsqueda banal del deseo concupiscible, que en última instancia le reporta solo infelicidad a aquellos que lo persiguen, y a todos los que lo rodean. Una novela sobre una pareja en donde cada uno intenta deshacerse del otro, y al mismo tiempo intenta, desesperadamente, salvar a la pequeña tribu que han creado juntos, con cuidado, amor y no poco trabajo. Están desesperados y confundidos, querido librero, no los juzgue. Necesito una novela sobre dos personas que simplemente han dejado de entenderse, porque han elegido dejar de entenderse. Que salga un hombre que sabe como desenredarle el pelo a su mujer, pero que una mañana decide no hacerlo más, tal vez porque de pronto le interesa el cabello de otra mujer, tal vez porque se ha cansado, sin más. Que salga una mujer que decide irse, bien alejándose poco a poco o bien con un elegante y triste coup de dés. Una novela sobre una mujer que se va antes de perder algo, como la mujer en la novela de Nathalie Léger que estoy leyendo, o como Sontang a sus veintitantos. Una mujer que empieza a enamorarse de desconocidos, probablemente por la simple razón de que son desconocidos. Hay dos amantes que pierden la capacidad de reírse cuando están juntos. Un hombre y una mujer que a veces se odian, y que terminarán por asfixiar el último soplo de inocencia que hay en el otro a menos que algo en su interior los detenga a tiempo. Una novela con una pareja que solo conversa para volver a escenificar, una y otra vez, sus desencuentros pasados, capas y más capas de desencuentros, que forman juntos una piedra enorme de resentimientos." 

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REDES SOCIALES EN EL SIGLO XXI. 

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Villoro comenta:

-"La vida es lo que sucede mientras hacemos otras cosas", dijo John Lennon. En la era virtual, la vida ha quedado aún más lejos. Abismados en las pantallas, los esclavos despotrican para sentir que existen.

La columna semanal de Villoro está dedicada al uso de las redes sociales como las cadenas de un reo.

- En la época de los reality shows y la autoficción consagrada a la minuciosa tarea de lavar la ropa interior, las redes permiten que la intimidad se vuelva pública. Subimos fotos a Instagram y Facebook para dar testimonio de la vida privada. El secreto, la ambigüedad, la discreción y las veladuras, formas esenciales de la comunicación, son sustituidas por la franqueza sin trabas de la transparencia.

No tiene pierde, la comparto.

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El narcisismo de los esclavos

Por Juan Villoro/REFORMA

Somos los primitivos de una nueva era, dominada por la realidad virtual. Nuestra situación es similar a la de los seres rupestres que inventaron el cuchillo y no le encontraron mejor uso que encajarlo en la barriga de un prójimo. Tuvieron que pasar siglos para entender que ese instrumento también servía para preparar sashimi corte fino.

La comunicación en red ha permitido acceder en forma instantánea a numerosas fuentes informativas, beneficio decisivo para sociedades autoritarias o periféricas. Sin embargo, también ha traído conductas que rompen el trato cívico. Paul Virilio señala que cada tecnología produce su accidente (la electricidad "inventa" el apagón). También produce un nuevo salvajismo. Cuesta trabajo entender las responsabilidades que comporta un sistema operativo novedoso.

El asunto se vuelve más peliagudo cuando dicho sistema sirve para comunicar antes de que el usuario pueda recapacitar. Millones de personas se integran al torrente de las redes sociales, confirmando que en la sociedad del espectáculo nada importa tanto como ser visible. En la época de los reality shows y la autoficción consagrada a la minuciosa tarea de lavar la ropa interior, las redes permiten que la intimidad se vuelva pública. Subimos fotos a Instagram y Facebook para dar testimonio de la vida privada. El secreto, la ambigüedad, la discreción y las veladuras, formas esenciales de la comunicación, son sustituidas por la franqueza sin trabas de la transparencia. La paradoja es que, en aras de expresar un recóndito arrebato, los usuarios se integran a una tendencia colectiva que pulsa like en Facebook. Estamos ante lo que Richard Sennett llama "una igualdad opaca".

La palabra más engañosamente eficaz de Twitter es "seguidores". A medida que aumenta esa cauda de curiosos, quien escribe siente que ejerce un liderazgo. Sin embargo, las razones para "seguir" a alguien son misteriosas. Hace unos años, un político que poco después presidiría un partido me dijo: "Cada vez tengo más seguidores en Twitter, pero también recibo más mensajes negativos". De modo más apropiado, quienes están pendientes de una persona deberían ser llamados "vigilantes". Pero el éxito de la plataforma depende de sugerir que las palabras producen seguidores.

Aunque Twitter ofrece aforismos y epigramas que algún día serán clásicos, su aspecto dominante es otro. Los trolls, los robots y la simple estupidez humana crean un torrente que hierve sin objeto aparente. El capitalismo digital ha encontrado el modo de desahogar el descontento sin efectos reales. Aunque de vez en cuando la animosidad produce un cambio en la arena pública, en la mayoría de los casos somos testigos de un repudio mimético, provocado por el deseo de sumarse a una corriente de fastidio.

En ocasiones, un linchamiento parte de una información errónea. Se acusa a alguien de un acto agraviante. Pero verificar eso llevaría dos minutos de búsqueda, lapso que equivale a una eternidad en la era de la precipitación digital. Resulta preferible dar por bueno el pretexto que permite desahogarse.

El filósofo de la comunicación Franco Bifo Berardi, fundador de Radio Alicia, señala que la principal limitación del activismo en red es permanecer dentro del orden digital. No hay una aplicación que permita, al modo de Pokémon Go, pasar de la pantalla a la plaza.

Creyendo realizar un acto de liberación individual, el tuitero se integra a una conducta generalizada, a fin de cuentas inocua. De acuerdo con el filósofo coreano Byung-Chul Han, las redes son un presidio donde los reclusos construyen su propio encierro y se exponen en un "mercado panóptico": "La exhibición pornográfica y el control panóptico se compenetran. El exhibicionismo y el voyeurismo alimentan las redes como panóptico digital. La sociedad del control se consuma allí donde su sujeto se desnuda no por coacción externa, sino por una necesidad engendrada en sí mismo".

Cada escándalo es relevado en la red por el escándalo del siguiente minuto. "La vida es lo que sucede mientras hacemos otras cosas", dijo John Lennon. En la era virtual, la vida ha quedado aún más lejos. Abismados en las pantallas, los esclavos despotrican para sentir que existen. Fascinados ante el espejo digital, se integran a la red donde todos se miran a sí mismos, reforzando sus cadenas.

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